No hay duda de que la figura del diablo es simbólica, espectacular y política. Sin embargo, lo que hace que estos demonios sea festivos son las funciones que desempeñan en las fiestas, carnavales y otros contextos de celebración. A veces encarnan diabólicas amenazas a la Iglesia, el Estado, y otras formas de instituciones del orden. En ocasiones se les permite períodos de libre juego antes de ser frenados por las autoridades existentes y en otras sostienen un desafío de resistencia ante el orden oficial, casi siempre añadiendo una nota cómica a la mascarada en la que lo monstruoso es una forma que aunque aceptable es a la vez aterradora. Sin importar la forma en que aparezcan ni los diferentes estilos o matices que ofrezcan, los demonios festivos son encarnaciones de lo monstruoso de los "otros", o incluso en casos más constructivos, afirman un orden alternativo que re-configura la naturaleza y la función de fiesta y de lo carnavalesco.
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